Belem del Toro, se puso al frente de la velatón en las afueras de la embajada de México, al norte de Quito, caminó de un lado a otro mientras tomaba su celular, ella lograba observar a su alrededor a las personas que de a poco se hacían presente para la actividad que ya habían organizado días antes.
Terminó de hablar por teléfono y dejó su maleta cerca a la decena de cartulinas, velas, gigantografías que reposaban en el suelo para ser después colocadas en las paredes de la embajada, todo esto, mientras dibujaba con un litro de sangre que habían conseguido en el camal metropolitano del sur de la capital sobre la pared de la embajada una frase que decía: ¡ME DUELES MÉXICO, CUÁNTA SANGRE HAS DERRAMADO!
Mientras esto sucedía los transeúntes que pasaban por el lugar se tomaban un “breve respiro” de su agitado día, muchos de ellos lo hacían para aglutinarse de a poco y poder enterarse lo que sucedía verdaderamente en el lugar. Del Toro había organizado esta velatón desde varias semanas atrás con la intención de solidarizarse desde lejos con su pueblo y sus compañeros estudiantes mexicanos desaparecidos que estudiaban en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en el estado de Guerrero.
En México hace más de cuatro meses, exactamente en el estado de Guerrero, 43 estudiantes normalistas desaparecieron, muchas personas comentan que de la noche a la mañana sus cuerpos ya no estaban donde tenía que estar, es decir, en sus hogares; que fueron los mayores cárteles del narcotráfico quienes arremetieron contra ellos dicen otras personas.
Miradas iban y venían de todas las personas que se quedaban por un momento en la vereda donde se preparaban las consignas para aquella tarde; “Todos somos Ayotzi”, “Ecuador con Ayotzinapa”.
Del Toro, clavó su mirada en las velas, con mucho nostalgia recordó que su país no estaba pasando un buen momento, Mexicana de nacimiento pero Ecuatoriana de corazón, ella cada 10 minutos alzaba su voz diciendo ¡VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
Eran las primeras horas de la noche del jueves 13 de noviembre del 2014, y del Toro seguía alzando su voz junto a la de muchas y muchos ciudadanos que se habían apostado a esta actividad por la esperanza de los 43 de Ayotzinapa, mientras se escuchaban cánticos contra el gobierno de México y en especial contra la figura del Presidente Peña Nieta. Alrededor de 100 policías se aglutinaron para custodiar el lugar, eran las 18:30 de la tarde y del Toro empezó a entregar volantes con los nombres de los estudiantes normalistas desaparecidos, lo hacía mientras su mirada se impregnaba en cada uno de los gendarmes que vigilaban que no existiese desmanes por parte de los asistentes.
Mientras esto sucedía, se escuchó un silencio y entre murmullos de ciudad, se vivió una escena poco usual en la tarde.
– A lo lejos alguien gritó: Abel García Hernández?
– Presente, clamaron los asistentes.
– Abelardo Vázquez Peniten?, Presente, presente
Eran los nombres de los normalistas que se escuchaba en la tarde fría de Quito. Cuando terminó de entregar del Toro las volantes que tenía en sus manos, sujeto varias velas, y entre llantos suplicaba que esto pudiera terminar, que este tema coyuntural diera paso a la respuesta por parte del Gobierno.
Sus ojos se quedaron estáticos cuando giró su rostro y logró divisar a lo lejos, una gran marcha que se avecinaba en la Av. 6 de diciembre; niños, mujeres y adultos mayores llegaban con pitos, tambores, panderetas y sobre todo con muchos gritos apoyando a una noble causa. Mientras caminaban, las voces se juntaban para ser una sola, la fuerza pública empezó a encender sus patrullas y sus motos; Belem camino unos 30 metros hacia el conglomerado que se avecinaba para agradecer su presencia, todo el mundo se abrazó y se escuchó un “VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS”, así la velatón dio paso a una tarde y noche más colorida, en ese instante recuerdo que mi mochila fue objeto de requisa porque a alguien se le ocurrió decir que la persona que estaba con una cámara estaba registrando el rostro de cada uno de los integrantes de la fuerza pública, pero rápidamente del Toro me ocultó de ellos y pude retroceder para perderme entre la multitud.
Los minutos pasaban y mientras la noche empezaba a visitarnos, representantes de algunas organizaciones sociales alzaron banderas mexicanas, lanzaron luces artificiales, sacaron pinturas y lanzaron contra la embajada. Fue en ese momento en que 15 policías nos observaron detenidamente y empezaron a seguirnos, la multitud estaba entretenida con las velas y con canciones de protesta que empezaron a entonarse. Del Toro y yo tuvimos destinos diferentes, por un lado ella, que quiso seguir teniendo una militancia noble y solidaria con su pueblo; mientras que yo, el deber de registrar todo lo que allí se desarrolle.
Se escuchó un “auxilio, auxilio, chapas mal paridos; déjenme en paz”, regresamos a ver y era ella, Belem estaba en manos de los gendarmes, 8 policías la tenían contra la pared y junto a ella, su novio que no pudo más que defenderla de los uniformados que allí los arrinconaron. Las velas se convirtieron en antorchas, y las voces se hicieron una voz; pidiendo la liberación de la mexicana.
Pasaron dos horas de angustias, las miradas de consternación no eran ya por los 43 de Ayotzinapa, todo se centró en Belem y su novio, los segundos se fueron, hasta que Belem fue liberada. Nadie quiso hablar de lo sucedió, solo Belem manifestó “VIVOS LOS QUEREMOS”.