Eran las 5:45 horas de un sábado en la calle Manabí, algunas personas esperaban que las puertas del Mercado Central de Quito se abran para poder ingresar con diferentes productos: legumbres, plantas, ollas, papas, entre otros productos.
El silencio dentro de las instalaciones del mercado comenzaba a disiparse, el ruido de pasos, cortadoras de carne y voces daban a entender que cada comerciante comenzaría su jornada laboral.
El primer lugar donde se dirigía la mayoría de comerciantes antes de realizar sus actividades laborales era la planta baja, ya que ahí se encuentra el altar de la Virgen Dolorosa, su patrona, madre, guía y santa de adoración.
Cada comerciante que se acercaba al altar de La Dolorosa realizaba señales de la religiosidad católica; se persignaban, se arrodillaban, le oraban, la tocaban, la miraban fijamente y comenzaban a contarle lo que les estaba sucediendo, sus problemas, sus anhelos, esperando que ella escuche sus plegarias.
De repente entre pasos apresurados doña Mariana Guerrero de 63 años de edad, con un balde en brazos se detiene bajo el altar, se santigua y de inmediato junta sus manos para orar, cierra sus ojos y comienza a platicar frente a la imagen de La Dolorosa. Varios minutos han pasado, su cuerpo se mantenía estático y de repente, de su rostro cayeron lágrimas, tal vez su mente estaba en transición, en armonía, en diálogo con un ser todopoderoso.
Doña Susana al finalizar sus plegarias, rezó un Ave María y se persignó por última vez, entre lágrimas comentó “toda mi vida he sido devota de la virgencita, siempre vengo al altar para pedirle que me de salud y bendiciones para mi familia”.
La Virgen Dolorosa para Susana representa paz, amor, esperanza porque le ha bendecido en un sin número de problemas y antes de iniciar sus actividades laborales pide que la bendiga en su puesto de legumbres.
Todos los días el altar de La Virgen Dolorosa luce colorido, luminoso e impecable para que cada persona que ingresa al mercado a visitarlo e incluso tomarle fotos, sea testigo de la gratitud que tienen los comerciantes a la patrona del Mercado Central.
Doña María de Lourdes comerciante que trabaja en el Mercado más de 10 años en su puesto de espumillas y golosinas, es la persona encargada de arreglar el altar. “Desde que yo me hice cargo del puestito de mi mamá, siempre he limpiado el altar, para mí es un gusto arreglar las flores que dejan las personas porque la virgencita me agradece con bendiciones en mi trabajo y en mi hogar.”
Durante todo el día doña María está pendiente de la virgencita, cambia las flores, limpia el vidrio o cualquier suciedad que aparezca en el altar, con una sonrisa en su rostro comenta “Todo lo que le traen a la virgencita las personas yo acomodo para que se vea bonito el altar, de igual forma trato de que las flores luzcan coloridas y que resalten su imagen.
Doña María al finalizar su jornada laboral en el Central, apaga y guarda las velas para que no exista un inconveniente, riega agua a las flores para mantenerlas frescas toda la noche y apaga las luces.
María, se despide de la virgencita mediante una oración “Dios te salve María llena eres de gracia…”. La gratitud es por permitirle tener un día más de vida con salud, felicidad y trabajo, “rezó por mi familia, mi salud, mi trabajo y por todas mis compañeras porque el mercado es mi hogar y mi madrecita es quien nos cuida” comentó.
Doña María ha presenciado durante sus años en el Mercado Central como las personas muestran devoción a la virgencita Dolorosa y la gratifican con limosnas, ofrendas, oraciones y velas de todos los colores. “Las comerciantes siempre la visitan porque ella les ha cumplido muchos milagros y sobre todo les da salud para poder trabajar, agradecen mediante flores, velas, limosnas y me piden de favor que mantenga el altar resplandeciente porque ella es la patrona”.
La religiosidad dentro del Central se mantendrá intacta ya que sus comerciantes son devotos de la “Virgen Dolorosa”, quienes aseguran que las bendecirá en cada una de las actividades que realizan.
Historia de la «Virgen Dolorosa» en el Central