La peluquería que embellece la vida

Alejandra Gutiérrez
Miguel Ángel, afeita a un cliente jóvenes

El Centro Histórico es un lugar lleno de historias, cultura y tradición, pero sobre todo lleno de personas que tienen una vida que merece ser contada. Así comienza un día normal en el lugar, son las 10 de la mañana del lunes y sus calles reciben a cientos de transeúntes.

Llegando al corazón del Centro Histórico, encontramos la Plaza Grande, un lugar que ha sido testigo de la historia y que cada día se presta para seguir cultivando su cultura. Los ojos curiosos de un grupo de turistas miran asombrados a través de una pequeña puerta bajo el Palacio de Carondelet, se trata de la Peluquería Amazonas un lugar emblemático para los quiteños y en el que parece que los años no pasan. Atravesar sus puertas es volver al pasado y querer recrear esos tiempos de antaño que forjaron la historia de la ciudad. Sus paredes amarillas, el techo color mostaza, los detalles que adornan todo el lugar en una mezcla de colores rojizos y cafés, los numerosos cuadros antiguos que engalanan estas  paredes y las noticias de periódicos recortadas y enmarcadas, hablan de la popularidad que tiene la peluquería y que ha trascendido generaciones.

Todo comenzó en la década de los 60, cuando Alfredo Salazar decidió abrir la peluquería Amazonas, ahora en manos de su hija Clara Salazar, desde ese entonces el lugar ha sido testigo de décadas de historia y tradición. Las noticias que visten las paredes nos avisan que en este sitio se han atendido personajes distinguidos de la política, de la música, de la literatura y del arte.

Una pulcritud inigualable, un mandil blanco inmaculado, unas manos a las que se les nota la experiencia pero no el cansancio y una amabilidad que se contagia al paso, son las características que sobresalen a primera vista  en  Miguel Ángel Reinoso, trabajador del lugar; él cuenta que por el sitio han pasado personajes célebres y con mucha emoción recuerda haber atendido al guitarrista y compositor Hugo Bonilla Chávez, al guitarrista y escritor Hugo Oquendo y a otros personajes más.

Mientras aprovecha barriendo los restos de cabello negro que han quedado en el piso, Miguel Ángel nos habla de su vida y de la alegría de trabajar 38 años de trabajar en la peluquería Amazonas. Él nació en Tungurahua, vivió en Quevedo y por esos azares de la vida, llegó a Quito en un mes de mayo del año 1977 y desde esa fecha no ha parado de brindar sus servicios como buen peluquero.

Sin embargo el Merenguito, como le llaman de cariño sus clientes, es optimista, bromea sobre su estatura y comenta entre risas que si no creció fue porque no quería gastar tanto dinero en tela para ropa, Miguel Ángel  dice que el tiempo que lleva en Quito se le ha pasado sin sentir: no en todas partes se ve eso, uno en Quito no siente el tiempo y eso es por la belleza que tiene la ciudad en todos sus aspectos, el Centro Histórico tiene incluso hasta algo de divino, afirma.

En medio de esta amena conversación y siendo ya casi las 11 y 45 de la mañana al Merenguito le llega otro cliente, él es Manuel Zúñiga, quien vive en el norte de la ciudad, pero realiza el viaje gustoso con tal de cortarse el cabello en esta peluquería y con el peluquero de su confianza, porque la calidad y la amabilidad que allí recibe no se comparan con nada.

La peluquería Amazonas abre sus puertas a las 9 de la mañana y las cierra a las 6 de la tarde, y hasta que ese momento llegue, Miguel Ángel continúa con su trabajo que a punto de navaja y tijeras, embellece a quiteños y quiteñas, haciendo que estén elegantes para su actividad diaria.

 Realizado por Alejandra Gutiérrez. Periodo 47, grupo 721.